martes, 24 de febrero de 2009


PAISAJE IIII
MUJER DE ASFALTO
Su voz:
Pálida tez, ojos sombrados.
Labios mordidos, apretujados.
Languidez que se arrastra
por el humeante asfalto.
Moléculas de anhídrido carbónico,
en actual y ficticia naturaleza.
Altos edificios, que se tambalean;
Torre de Pisa, en desarraigada tierra.
Homenajeada estatua de mujer entera
que hubo de cortar sus venas, para
demostrar, que la sangre fluía en ellas.

Para un momento, no más.
Reposa tu mirar, en mi mirada.
Si la luz desprendida no te llega,
marcha sin dolor. No hagas nada.

Por un minuto, para tu reloj.
Aproxima la piel a la caricia.
Si no sientes, que el latido se acelera,
aléjate liberado, despréndete de ella.

Escucha el eco de la voz ahogada.
De vocales melodiosas destensadas.
Si no adviertes entre ellas, el arrullo
de la tórtola, el trinar de un jilguero;
Escapa del sonido, sin desespero.
No te aferres, al quiero y no puedo.
A ese puedo, pero no debo…
No dejes pasar tu vida, tiritando;
Arrepentido, entre tus lamentos.

Nada es fácil perdido en muchedumbres.
Pisadas, codazos, empujones…
Golpes de suertes, fuertes embestidas.
Celos, envidias, falsedades y mentiras.
Cruzando la acera, buscando salidas.
Laberinto de calles, abiertas, estrechas
En bajadas, subidas y hasta curvas
que agotan, extravían, descolocan.
De vez en cuando, se levanta la vista
y allá en lo alto, muy alto, se divisa
una estela azul, en cielo contaminado.
Quiere seguir esa huella, quiere ser
parte de ella. Ser perfume de día
y cada noche; una estrella.

Las luces del semáforo, obligan, alertan.
Espera. Cruza ahora. No, te muevas.
Colores rojo, verde y ámbar, sinónimos
de prohibido, de libertad, de alertas.
También es verde, el color esperanza,
y rojo, el del fuego y la pasión.
El ámbar, esencia delicada;
Colores y estados, en franca fusión

Y soñando, soñando, viajar en el iris.
Arco multicolor que alcanza, puertos,
aeropuertos, aduanas, estaciones,
Campos, mares, océanos, glaciares
Ríos, montañas, valles…
Desde esta ventana peregrina
embarcan mis horas quietas.
Polizones de anhelos nuevos.
Bodegas llenas de instintos.
Y en una pequeña maleta;
Mil deseos contenidos.

Mi Voz:
Urbe erecta de cementos.
Urbe que se hace orbe.
Orbe indiferente a la ubre
nutriente de sus latidos.
Asfaltos grises, curtidos,
posados sobre la tierra;
La cubren, la endurecen,
pañuelo duro de grises.
No olvides que por debajo,
hay un racimo de hierbas
jugosas y tiernas,
que no han muerto todavía.
Asoman, apenas escondidas
latentes, pendientes…
Que hasta el mismo cemento
al quebrarse,
descubre su corazón de arenas
como en aquellas playas soleadas,
arropada en vestidos de hembra,
recibiendo mareas ajenas.

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