A VECES
A veces las
palabras
cruzan la Fontana,
se desperezan,
se abren
al son de
un sol y su mañana
Son palabras alegres
que juegan
Con quien escucha
y se calla
y sonríe en
su algarabía
Negándole el paso
a la pena
que aguarda.
Hay otras, letras
obsecuentes
que toman el
verbo
a pie de
la palabra.
No niegan, ni
afirman;
Son dóciles, disciplinadas.
Rendidas ante la
evidencia
de una fuerte
marejada
que evitan siendo
palpable
que no es
a ellas
a quien buscaban.
Después están las
otras.
Las que rujen,
las que braman.
Las que incendian
la noche
y derriten madrugadas
Están y son
aquellas;
Qué de tanta
pasión suicidan
la boca de
quien les habla…
Y muerden los
versos
y se enredan
entre las sábanas
y admiten qué,
el onanismo
es un ciclo
que reclama
nombres sin adjetivo;
lujurias pernoctadas.
El todo y
la nada,
cobran sentido
entre letras que
perdieron sus alas.
Jaulas de alambre
dorado,
evitan su fuga,
patrón despiadado.
Y en este
baile de vocablos,
de citas sin
sentido,
de amores caducados;
Se escucha lejana
una campana
que al compás
de un relicario
ora junto a
la dama.
Se completa el
ciclo, la plegaria.
Mientras un eco
afligido
en silencio se derrama
“Cuánto amor se
ha dirimido
entre juglar y
cortesana”
Raquel Herrero
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