ES, MI INVITADO
Habitas en mí
No se si lo creas, lo intuyas,
Lo imagines o lo sepas.
Más, no importa
Yo lo se
Habitas en mí, como flujo constante
Fecundo, caudaloso… tan aferrado
Como se aferran la uña y la carne
Lo mismo que ese viento
Que se engarza en el remolino
Y gira sobre su propio cuerpo
Danzando a su albedrio
Habitas en mí
Y alguna vez te confieso
Que he pretendido evitarlo
Con tan poca credibilidad
Que apenas fue “un autoengaño”
Porque habitabas en mí
Y tu no presencia,
Tan solo me haría daño
En mi humilde morada
Serás siempre el invitado
A recorrer de sur a norte
Cada senda, cada escondrijo,
O cada tramo
Serás el invitado qué permisivamente
Penetre en mi memoria,
Escudriñe cada poro de piel,
Sus dunas y meandros
Navegue sin remos, sin temor alguno
La estrechez de sus lagos
Y calme la sed de un tórrido verano
Y con un ramo de Olivo entre sus manos
Alcance la divinidad del ser…
Inquilino de un habitáculo sagrado
Donde una hembra en pecado
Te condena a siempre ser.
Raquel Herrero
No se si lo creas, lo intuyas,
Lo imagines o lo sepas.
Más, no importa
Yo lo se
Habitas en mí, como flujo constante
Fecundo, caudaloso… tan aferrado
Como se aferran la uña y la carne
Lo mismo que ese viento
Que se engarza en el remolino
Y gira sobre su propio cuerpo
Danzando a su albedrio
Habitas en mí
Y alguna vez te confieso
Que he pretendido evitarlo
Con tan poca credibilidad
Que apenas fue “un autoengaño”
Porque habitabas en mí
Y tu no presencia,
Tan solo me haría daño
En mi humilde morada
Serás siempre el invitado
A recorrer de sur a norte
Cada senda, cada escondrijo,
O cada tramo
Serás el invitado qué permisivamente
Penetre en mi memoria,
Escudriñe cada poro de piel,
Sus dunas y meandros
Navegue sin remos, sin temor alguno
La estrechez de sus lagos
Y calme la sed de un tórrido verano
Y con un ramo de Olivo entre sus manos
Alcance la divinidad del ser…
Inquilino de un habitáculo sagrado
Donde una hembra en pecado
Te condena a siempre ser.
Raquel Herrero
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