SOLIA BUSCARTE
Suelo buscarte en
los mismos lugares
con un efluvio
de congoja en
la garganta
sabiéndote distante…
Conocedora, de que,
de vez en cuando
rozas mis lastimaduras,
regalándome
algún impropio adjetivo,
o nombre
que hagan latir
mis constantes vitales.
Me entregas, el
fin de la
sombra
cuando cae la
tarde.
El obtuso silencio, que
a la par
deja un eco
constante y sonante
y quiero quejarme…
y no me
quejo;
Acurrucada a la
obvia mendicidad
de la que
día tras día,
haces gala
mientras yo quiero
creer que creo
en cada verso,
en cada palabra
en cada promesa
de acciones, que
no conducen a nada.
Me apropio de
una suerte confinada.
De un espíritu que
dice estar vivo
y vaga como
alma encadenada.
Atesoro, la voz
que solo yo
escucho;
Las manos, que
por azar, me
fueron negadas.
Atesoro un cuerpo
que no me
pertenece
mientras crecen mis
ansias
y el instinto
de hembra enloquece.
“Brava”, es la
quietud que me acompaña.
Necia, es mi
perdida fe y
mi esperanza.
Nos une la
distancia…
No sé, quien
sea de los
dos, quien más
perdió.
Si yo, rogándole al
almendro
que cerezas me
llevara;
O, tú, que
detuviste el tiempo
en un otoño
temprano,
sin dejar caer
la hoja de esta piel,
dulce como fruto
de durazno.
Solía buscarte… en
cada amanecer.
Raquel Herrero
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