VENGO
Vengo
de la herencia
perdida,
de
la última generación
que
lleva su apellido.
Vengo
de un útero
distendido,
donde
ya otros pasaron,
dejando
lastimaduras
en
lo más íntimo
de su abrigo.
Y
vengo por certeza;
A ser la
cara y la
cruz
de
un tiempo que
quedó
como
testigo.
A
honrar su nombre.
Nombre
de mujer
que
me entregó la
llave
de
un caminar sin
destino.
“Vivir”…,
me dijo
Esa
es la senda,
ése, el camino.
Y
hoy desconozco
si a vivir
me obligo,
o
cumplo algún pacto
que
me atrapa,
hacia
lo desconocido.
Si acaso sea
la indiferencia,
el
motor que ronda
mi existir
o sea este
vagar con la
prudencia;
Lamiendo
silencios
que no parecen
tener fin.
Ya
no me pregunto
de dónde vengo.
Ni
el porqué de
esta lucha
sin
sentido.
¡Soy
el garante de
mi vida!
Pero… ¿qué de
la vida obtengo?
Vengo,
de
enfrentarme al delirio,
de
asumir tanto miedo.
Del dolor que
me provoca
que
no se comprenda
éste
ansia que parece
perpetuo.
Vengo,
de rogarle
a los vientos
determinen
hacia quién y
hacia dónde
puedo
elevar amantes;
Estos
brazos tan vacíos.
Raquel
Herrero
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